Ni Romeo ni Julieta

pudieron amar así

A Napoleón (en el dolor)

by Didis

Querido Napoleón,

Es la primera vez que respondo tus cartas, no lo he hecho por la amalgama de sentimientos que me han invadido en los últimos meses.

Sabes el dolor que me has causado con todas tus acciones y no sé si es peor tenerte cerca o verte distante. Pese a ello, yo siempre te pienso y atesoro los bellos momentos que vivimos juntos y ahora me pregunto dónde están.

Tenía miedo de haber sido totalmente desterrada de tus recuerdos: veo que no lo he sido. Hoy soy por lo tanto menos desdichada, e incluso tan feliz como de ahora en adelante podré ser.

Quiero volver a amarte y quiero sentirme amada y deseada como en aquellos tiempos. Miento, quiero que sea con mayor intensidad y devoción. Pero debemos darnos tiempo, hay heridas que deben sanar y debo encontrarme conmigo misma.

Deseo volver a sonreír por nimiedades, esforzarme por grandezas y trazarme nuevos designios.

También quiero reencontrarte y, si me permites, tomarte la mano para buscar un nuevo camino juntos, para que ya no andes por senderos de oscuridad y soledad. No imagino perderte nuevamente y nuestros rumbos se separen. Mi corazón no soportaría una decepción más.

No quiero abrumarte con mi tristeza. Me limito a solicitarle una gracia: que te dignes en buscar una manera de demostrar de vez en cuando, tanto a mí misma como a los que nos rodean, que sigo ocupando un pequeño lugar en tu recuerdo y un gran lugar en tu corazón. Tu manera de hacerlo, sea la que sea, endulzará mis penas, sin llegar a comprometer, según creo, lo que más me importa, tu propia felicidad.

Siempre tuya,
Josefina

A Jean Paul (tengo ganas)

by Didis

Querido pequeño ser (Jean Paul) : 

He esperado con ansias tu carta. Perdona si yo también he tardado en responder, pero han sucedido muchas cosas en este tiempo. Quiero contarte algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: Retomé mi relación con Nelson. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas.

Una noche lluviosa, en un paseo por el campo, estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno del otro y nos estuvimos observando más de una hora, alargando con diversos pretextos el momento de ir a dormir. Al final me puse a reír tontamente mirándolo y él me dijo: «¿De que te ríes?». Y le contesté: «Me estaba preguntando qué cara pondrías si te propusiera acostarte conmigo». Y replicó: «Yo estaba pensando que tú pensabas que yo tenía ganas de besarte y no me atrevía».

Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me amaba. Sabes lo que tú significas para mí, pero a Nelson le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas.

Sé que puedo confesarte este tipo de cosas sin el miedo de que te incomoden, pero quiero aclararte que, aunque me parece una cosa preciosa e intensa,  es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata.

Lo nuestro, de la forma más extraña que sea, sigue más fuerte cada día y solo espero el momento de volverte a ver mi querido pequeño ser. El sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina, tú sabrás cómo encontrarme. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo.

Te beso tiernamente,

Tu Castor, Simone